La inteligencia
emocional es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos y la habilidad para manejarlos.
Se trata de conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la propia motivación y gestionar las realaciones.
Las opiniones inconscientes
son recuerdos emocionales que se almacenan en la amígdala. El hipocampo
registra los hechos puros, y la amígdala es la encargada de registrar el «clima
emocional» que acompaña a estos hechos.
Esto significa que el
cerebro dispone de dos sistemas de registro, uno para los hechos ordinarios y
otro para los recuerdos con una intensa carga emocional.
La amígdala examina la
experiencia presente y la compara con lo que sucedió en el pasado, utilizando
un método asociativo, equiparando situaciones por el mero hecho de compartir
unos pocos rasgos característicos similares, haciendo reaccionar con respuestas
que fueron grabadas mucho tiempo atrás, a veces obsoletas.
Cada emoción lleva a un
tipo especifico de acción, de manera que el repertorio emocional de la persona
y su forma de operar influirá decisivamente en el éxito o fracaso que obtenga
en las tareas que emprenda. Las emociones tienen también una reacción
fisiológica y somática que involucran al sistema respiratorio, cardiovascular y otros sistemas
corporales.
Entrenarse en el desarrollo
de las aptitudes emocionales, aprendiendo a conocerla, permite desarrollar la
capacidad de manejar las emociones idoneas para cada acción y reagular su manifestación, manteniendo el equilibrio emocional.
Es posible cultivar estados de ánimo para generar actitudes y respuestas
positivas, aprendiendo a evaluar el 'costo emocional' de
situaciones y acciones, desarrollando destrezas sociales, forjando y manejando
relaciones con clientes, proveedores, colegas, etc.; realizando un cambio en el
terreno de nuestra esfera de influencia empresarial y laboral, extendiéndolo a
la vida familiar y social.
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